sábado, 12 de marzo de 2016

La Matriz Secreta del I Ching


El I Ching, como nos decía Richard Wilhelm, traductor y principal divulgador del Libro de las Mutaciones en Occidente: "ocupa una posición única entre los grandes libros del mundo; no solo por ser uno de los más antiguos, sino porque representa una concepción del mundo que difiere ampliamente de todos los otros sistemas de pensamiento de Oriente o de cualquier otra parte del mundo. La razón es que no se basa ni en una doctrina religiosa, una revelación divina, ni en leyes ni folklore, sino en la observación de la naturaleza y la vida humana, de la interacción de las leyes universales y la conducta individual, de la libre voluntad y el destino. Como libro sapiencial es fuente de una irreversible sabiduría de la vida que consiste fundamentalmente en lograr la armonía del individuo con el cambiante fluir de las corrientes universales; en adaptarse (activa o pasivamente según el momento) a los cambios, a las mutaciones del acontecer. Como libro oracular provee de un instrumento para hallar esta armonía: una brújula infalible para una orientación correcta. Entre ambos aspectos, no hay en el I Ching, escisión alguna".
En sus orígenes, el I Ching fue un libro sin palabras. Una sucesión finita de símbolos  con infinitos significados. Gracias a su total carácter simbólico, sus posibles interpretaciones, enfoques y maneras de acercarse a él son múltiples e inacabables.
Así, puede interpretarse como una cosmogonía, como un sistema de lógica, o de matemáticas o vete a saber que más, pero en última instancia como una representación de la trama "evidente" del mundo y, más allá de ésta, como un reflejo de su trama más secreta y oculta.
Para reafirmar lo aseverado anteriormente, puedo decir que nunca la respuesta que nos da el I Ching a las cuestiones que le formulamos es baladí y que siempre nos ofrece la oportunidad de elegir, o dicho de otro modo, conociendo el viento dominante, nos da la libertad de hacer surf a favor o en contra del mismo.
No hay pues determinismo alguno en el I Ching, sino una guía que, como una brújula, nos indica donde está el Norte pero que siempre nos da libertad absoluta para elegir el rumbo que nosotros queramos dar a nuestra vida utilizando como principios básicos el ejercicio de nuestro libre albedrío y de nuestra obligación, en tanto que seres humanos, de pensar por nosotros mismos.
Pero, la gran pregunta es:
¿cómo puede ser posible que un método tan aleatorio en su obtención de una respuesta como el I Ching funcione con tanta certeza?.
Para aproximarnos a definir una respuesta (una entre muchas posibles) a esta cuestión fundamental creo que debemos confrontar dos grandes modelos de concebir el mundo: el modelo que denominaremos modelo de Pensamiento Causal frente al que definiremos como Pensamiento Sincrónico o Coordinativo.
El Modelo de Pensamiento Causal, podemos establecer un cálculo probabilístico y lógico de los efectos de nuestras acciones, dado que el resultado se rige siempre por la ley de la probabilidad y por extensión de la causa-efecto.
Esta visión nos lleva a considerar el funcionamiento del Universo como un bloque compacto" en el cual todo lo que tiene y tendrá lugar sigue un modelo lineal causal.
Es decir, que si hacemos o decimos algo a alguien, podremos rastrear estadística y lógicamente, una serie de consecuencias inevitables y probables de esa acción y de sus efectos o resultados, de tal modo que la visión del Universo que de este paradigma se deriva es como la de un reloj en el cual puedes prever con total certeza las horas que están por venir.
Como alternativa a esta forma de pensamiento, podemos confrontarle el modelo de Pensamiento Sincrónico o Coordinativo, enunciado y desarrollado por Carl Gustav Jung y que en esencia entiende que todos los acontecimientos, situaciones y cambios suceden simultáneamente y que, por tanto, cada uno de nosotros estamos conectados indisolublemente con el universo en todos los aspectos. 
De este modo, si conseguimos hacernos conscientes de esta conexión, podremos prever lo que va a pasar y conocer el camino correcto de los infinitos futuros que existen simultáneamente.
Y es precisamente este modelo de pensamiento, el que subyace en la esencia del sistema sapiencial y adivinatorio del I Ching.
En el pensamiento coordinativo, los conceptos no se subsumen unos bajo los otros, sino que se disponen los unos junto a los otros, conformando una estructura lo la que los sucesos no se influyen entre sí por actos mecánicos, sino por una especie de relación que hace que las cosas se comporten de cierta manera no necesariamente por causas anteriores, sino porque la posición que ocupan en el universo cíclico y en permanente transformación, las obliga a un determinado comportamiento y no a otro, de tal forma que si no actuaran así, perderían sus posiciones relativas en el conjunto y se convertirían en una otra cosa.
De esta manera la naturaleza de un suceso depende esencialmente, de su posición en la estructura, y si cada cual sigue su tendencia natural, cada terminará armonizando con todas las demás no por razón de una norma impuesta y ajena a sí misma, sino por su mutua resonancia e interdependencia.
De ello se desprende que toda interferencia en el orden del Tao acaba por poner en peligro la armonía del Universo.
 Como nos dice el Tao Te King:
"Quien intenta dar forma al mundo y modelar a su capricho, difícilmente lo conseguirá porque el mundo es un Vaso Espiritual que no se puede manipular. Quien hace una cosa o la otra lo daña. Quien lo retiene, lo pierde "(1,29). 
Esta visión, nos lleva a reformular en unos nuevos términos la ley de causa y efecto, concepción basada en una relación de subordinación secuencial predeterminada que no es otra cosa que una manera imperfecta de relacionar las diferentes etapas de un evento a efectos puramente de una más adecuada descripción del mismo.
Unida al concepto del pensamiento coordinativo, debemos considerar el concepto de las coincidencias significativas, término acuñado por Jung.
Esta concepción se encuentra perfectamente imbricada en la filosofía china, admitiendo que considera que el sabio puede ejercer una influencia actiuva sin actuar, tan sólo por su pura existencia. 
El principio de analogía parte del supuesto de que existe siempre una cierta correspondencia (que no identidad) entre las leyes y los fenómenos de los diferentes estados de la existencia, definiendo una correspondencia clara entre el microcosmos y el macrocosmos. 
Todo lo que es el Universo emanó de la misma fuente y sigue, por tanto, unas mismas leyes, principios y características, no siendo las diferencias que se observan entre las infinitas manifestaciones del poder creador del Todo, más que diferentes grados en la escala evolutiva hacia el Origen.
Así, para conocer la circulación de la vida universal, basta fijarse en la de la vida en el hombre. De este modo, los Tres Grandes Planos que presenta la composición del Universo manifestado (mental, astral y físico), solo son, en sus múltiples subdivisiones, diferentes grados de intensidad vibratoria dentro de la misma escala que tienen su existencia dentro de la Mente Infinita.
El I Ching responde a nuestras cuestiones de una manera que si no tuviéramos en cuenta el principio de las coincidencias significativas podría parecer un milagro, pero no lo es. Al contrario: solo es Física.
Sin embargo, la sorprendente "adecuación" de los símbolos, los signos y los comentarios a nuestra situación concreta no es sino un signo que constata la existencia de una ley universal, omnipresente y misteriosa que escapa a nuestra comprensión pero que funciona de manera totalmente necesaria e inevitable.

1 comentario:

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